lunes, 27 de octubre de 2008

Ay, Carmela

Carmelo nació sin sombra. El médico se dio cuenta al instante. Se lo dijo a su padre, pero su padre no lo comprendió. Todos en su familia habían tenido sombra hasta entonces, era la primera vez que sucedía algo semejante. Miró acusador a su mujer, que no supo qué decir. A quién habrá salido, sin sombra, se preguntaba su padre desolado.Los mejores médicos de la ciudad estudiaron su caso, pero poco pudieron hacer. Los padres de Carmelo reunieron el dinero para llevarle a otro país, donde un doctor experto en la materia había resuelto casos similares. Ha habido experiencias, les explicó, de trasplantes de sombra que se han realizado con éxito. Habrá que encontrar una que se adapte al tamaño de su hijo, a su altura, a su perfil... Pero Carmelo rechazó todas las sombras. El de su hijo es un caso particularmente agudo, les dijo el doctor mientras les cobraba la factura.Carmelo creció sin sombra. Sus compañeros de escuela pronto se dieron cuenta y se reían de él. "¿Por qué yo no tengo sombra?", le preguntaba Carmelo llorando cada noche a su mamá. Porque tu corazón es tan grande y tu alma tan sencilla, le decía ella, que se puede ver a través tuyo. Carmelo se convirtió en un joven huraño, huidizo. Sólo salía a la calle los días nublados, cuando las nubes robaban las sombras a todos y hacían de él uno más.Un maravilloso día sin sol, en un parque cercano, Carmelo conoció a Tulipán, tan llena de adolescencia, tan dulce, hermosa como una nube. Juntos hablaron y se rieron, buscaron complicidades y hallaron acuerdos, cambiaron miradas, latidos, secretos, hicieron un pacto sin ellos saberlo. Quedaron en verse otro día, en la esquina de Alameda con Hidalgo, junto a una farola y un puesto de flores, que atiende una anciana encorvada.Carmelo aguardaba, sufría en silencio. Los días se sucedían soleados y en la radio decían que lo seguirían siendo durante mucho tiempo. La noche anterior a la cita Carmelo no pudo dormir. Rezó para que amaneciera nublado, pero no fue así. Aquel fue el día más radiante y despejado de cuantos se recuerdan en la ciudad. El cielo vistió esa mañana su mejor traje azul y Carmelo acudió a la cita, sin sombra y con miedo. A punto estuvo de pintarla en el suelo, pero desistió. Las horas, a su paso, habrían hecho girar las otras sombras dejando la suya en postiza evidencia. Y el miedo venció al amor. Carmelo prefirió conservar intacto el recuerdo de su maravilloso y nublado encuentro, la otra tarde, en el parque. Antes de que llegara Tulipán, Carmelo, borracho de pena, se fue para siempre.Si hubiera estado allí cuando la chica apareció en la esquina, atribulada con retraso, Carmelo habría pensado que estaba aún más hermosa que la otra vez. Si hubiera estado allí, habría descubierto que Tulipán era, como él, una chica sin sombra, y que juntos, tal vez, podían haber vivido una vida maravillosa, de nublado porvenir, en algún país al norte, donde el sol, respetuoso con su amor, se lo pensara seis veces antes de salir.

Fernando León de Aranoa

viernes, 17 de octubre de 2008

¿Pesimismo optimista?

Me desconozco; también desconozco a todos los que están a mi alrededor; nos desconozco.

Vendida. Todos los días, siento que mi vida está vendida. La tuya también, no te engañes. Deja de mirar por esos cristales escarilados, no seas cobarde. Abre la ventana de una puta vez y podrás ver que tu vida también está vendida.

Nadie nunca me contó el cuento de esta manera.

O tal vez nadie nunca me contó ningún cuento; sí, será eso.

Vendidos.

Todos estamos vendidos. Lo peor es que también estamos podridos y de eso ninguno quiere darse cuenta.

lunes, 6 de octubre de 2008

El mundo para las cucarachas....

....sin duda una especie mucho más limpia y honesta.

¿Os apuntais a mi plan de exterminio de la humanidad? Sería TANNN bonito.