¿Por qué me sirvieron callos si yo pedí amor?
Leo las dos últimas entradas de Irene (lo siento, pondría el enlacito,pero no recuerdo como hacerlo y me da especial pereza averiguarlo) y me acuerdo de este poema de Pessoa. Me encantó la primera vez que escuché a un profe leyéndolo y cada vez que lo leo me gusta más, aunque confieso que a veces me siento cerca de él y otra no entiendo ni papa.
La verdad es que hace tanto tiempo que no quiero a nadie que se me ha olvidado de qué va eso, menos mal que siempre nos quedará la grasuza jajaja.
Callos a la manera de Oporto
Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
me sirvieron el amor como si fueran callos fríos.
Dije delicadamente al misionero de la cocina
que los prefería calientes,
que los callos (y eran a la manera de Oporto) nunca se comen fríos.
Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta,
y vine a pasear por toda la calle.
¿Quién sabe lo que esto quiere decir?
Yo no lo sé, y pasó conmigo...
(Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo hubo un jardín,
particular o público, o del vecino.
Sé muy bien que el hecho de que jugásemos allí era su dueño.
Y que la tristeza es de hoy).
Sé eso muchas veces,
pero, si yo pedí amor,
¿por qué me trajeron callos a la manera de Oporto fríos?
No es plato que pueda comerse frío, pero me lo trajeron frío.
No me quejé, pero estaba frío,
nunca se puede comer frío, pero vino frío.
Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos
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