miércoles, 2 de mayo de 2007

Los chicos de Arán

Comiendo moras en Inis Mor en octubre de 2004.
Sentí una alegría inconmensurable cuando me encontré a Tito ayer. Me resultaba increíble verle allí, de pie, con el mismo aspecto de siempre y con su cigarro en la mano, como si nada hubiera cambiado. Hace dos años que nos despedimos, que nos despedimos de Laurel Park y de Belsize Court; que nos despedimos de Germana y de Nelson, que nos despedimos de aquellos pájaros locos que nos querían atacar cada mañana y de los cuervos que casi nos llegaban a la rodilla. Hacía dos años que no nos habíamos vuelto a ver.

Me acordé del día que llegué a Galway y le conocí, del Oyster Festival y de la planta que robaron y plantamos en el jardín. Me acordé de Holly y de Barry y de su vida sexual tan ajetreada y tan del dominio público. Me acordé de mi patético inglés y de mis dificultades comunicativas con Manu,. Me acordé del día que me fui de marcha con la maleta y entre todos convencimos al portero para que me dejase pasar. Me acordé del abrazo en el Living room, antes de volver a casa por Navidad, de la carta que les dejamos en la oficina del Ferry, del brindis secreto que hicimos los cuatro con el güisqui traído de España. Me acordé del cabreo de Aoife y de Irene la noche que vino a casa y ellas estaban en chándal; me acordé del fin de semana en las islas, con Virginia, con Susana, con Anne y con la chica suiza que, ante nuestro estupor, afirmaba hablar con los animales.

Me acordé de las tardes de Lidl comprando Bella Viña blanco de Cuenca, a 3.50€ la botella, de la noche bajo las estrellas en Inis Mor, de la mirada de tristeza de Manu el día que nos despedimos, de mis caídas de la bici paseando por la isla y de Dun Aengus, el lugar más mágico que he visitado.

Ayer reímos, reímos porque nos volvimos a encontrar en un irlandés, como no podía ser de otra manera. Reímos porque este irlandés no tiene nada que ver con los irlandeses de las Islas de Arán, con los irlandeses dónde el té sabe a té y la Guinness a Guinness. Reímos porque no había música en directo, porque ninguno de los dos bebíamos cerveza y porque sólo nos quedaba reír.
Luego, poco a poco, mi alegría se fue deshinchando y se convirtió en nostalgia. Un poco de nostalgia por los que no están, por la casa de Simona y por las estupideces de Liam, nostalgia de mi tienda del barrio y por las vistas del mar desde mi ventana. Nostalgia porque los encuentros de mi pasado siguen y siguen su camino y yo me pregunto ¿será que Madrid es muy pequeño o que en realidad he conocido a más gente en mi vida de la que creo?

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡Qué bonico Diani! se te olvido comentar aquella mañana que ibamos tan contentitas a las islas de Aran y por cosas del destino, nos fuimos a Limerick, donde entendimos ese rollo católico irlandes, y la razón por la cual la humedad del Shannon mató a los hermanitos de Frank MCourt...

10:28 a. m.  
Blogger Akiles said...

Sólo pasaba por aquí para darte las gracias por tu email, dentro de las personas que más me han podido "ciber-influir", sin duda tú has sido la que más lo ha hecho. Te escribí una respuesta, espero que la hayas leído. Pero quería volver a darte las gracias y decirte que, aunque es muy difícil de explicar, esas palabras me han hecho pensar más que las de cualquier conocido. Un beso.

PD: Te enlacé

8:02 p. m.  

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