jueves, 22 de enero de 2009

¿Por qué me sirvieron callos si yo pedí amor?

Leo las dos últimas entradas de Irene (lo siento, pondría el enlacito,pero no recuerdo como hacerlo y me da especial pereza averiguarlo) y me acuerdo de este poema de Pessoa. Me encantó la primera vez que escuché a un profe leyéndolo y cada vez que lo leo me gusta más, aunque confieso que a veces me siento cerca de él y otra no entiendo ni papa.
La verdad es que hace tanto tiempo que no quiero a nadie que se me ha olvidado de qué va eso, menos mal que siempre nos quedará la grasuza jajaja.

Callos a la manera de Oporto

Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
me sirvieron el amor como si fueran callos fríos.
Dije delicadamente al misionero de la cocina
que los prefería calientes,
que los callos (y eran a la manera de Oporto) nunca se comen fríos.

Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta,
y vine a pasear por toda la calle.

¿Quién sabe lo que esto quiere decir?
Yo no lo sé, y pasó conmigo...
(Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo hubo un jardín,
particular o público, o del vecino.
Sé muy bien que el hecho de que jugásemos allí era su dueño.
Y que la tristeza es de hoy).

Sé eso muchas veces,
pero, si yo pedí amor,
¿por qué me trajeron callos a la manera de Oporto fríos?
No es plato que pueda comerse frío, pero me lo trajeron frío.
No me quejé, pero estaba frío,
nunca se puede comer frío, pero vino frío.

Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos

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jueves, 15 de enero de 2009

Filosofia de autoescuela

Parece que hayan pasado un millón de años desde aquella pequeña trifulca mañanera que tuve con mi profe de autoescuela (llamémosle Mister T).
Mister T: Vamos, no ves que te está pitando el que está detrás.
Saoirse: Hombre, pero si estoy saliendo ya y el semáforo aún está en amarillo.
Mister T: VAAAAMOS, que te está pitando.
Saoirse: Ya, pero en este caso será que el señor está desquiciado mental, que aún no está verde, coño (que bien queda un coño a tiempo)
Mister T: ................. (Cara de poker)
Saoirse: .................... (Cara de poker)
Saoirse: Mira Mister T, no es por nada, pero creo que esto de la conducción no está contribuyendo precisamente a reforzar mi sentimiento filantrópico hacia la humanidad.
Mister T: ¿Lo qué?
Ni que decir tiene que al final con tanta cháchara sí que tardé en salir convirtiendome yo en la desquiciada y que Mister T pasó varios días mirándome de reojo y sin apenas hablarme.
Ahora parece que ya hemos hecho las paces porque esta mañana me ha invitado a un café y me ha dado una gran clave para la vida: Todos sabemos correr, lo difícil es frenar.
¡Qué grande eres Mister T!

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martes, 13 de enero de 2009

Desnuda







Ya 28 añazos. Sigo midiendo 1,66 m y pesando taitantos kilos (más tantos que tai).

Sigo sin apuntarme a un curso de Tai-chi ni de Tai-cho.
Chocolate, ¿acabará con mi higado este año?

¿O será la cerveza?

Mi propósito para este año es no tener ningún proposito.
Cuando tenía 17, conocía a un chico al que llamaban Sito ¿qué habrá sido de él?
Por aquel entonces también era fan de Gloria Fuertes y odiaba la cerveza.
¿Qué habrá sido de ella? -de Gloria, no de la cerveza-.
Ultimamente me ha dado por pensar mucho en dios. No entiendo por qué, ni siquiera sé si existe -supongo que por eso-.
¿Será un signo de vejez o de debilidad?
Cuando iba a Alicante a ver a H siempre escuchábamos algo de The Delgados.
Por aquel entonces yo perseguía con todas mis fuerzas la delgadez extrema, pero siempre había un plato de oreja a la plancha que interfería entre nosotras dos.

Sigo detestando que me coman la oreja, pero cada vez me estoy volviendo más de pueblo -como las amapolas-.

El color rojo me sienta fatal, esto desmonta todas las teorías sobre los colores que les pegan a las morenas, claro, que yo no soy morena ¿qué soy yo?
¿Quién sois vosotros?

Echo de menos a un montón de gente, a demasiada. A veces echo de menos incluso a gente que aún no he conocido.

Río por no llorar.

En la vida me gustan tres cosas: hacer reír, viajar y la paz interior.
No entiendo para que he nacido. Tampoco es que entienda para qué habéis nacido vosotros.

Creo que a mis padres les pondría tristes leer esto, por eso tal vez nunca sea una mamá.


Tal vez hayan sido muchos los días en que tras pinchar "Nueva entrada" acabé bajando la mirada ante esta maldita pantallita en blanco de mirada acusadora. Muchas las semanas en que la vergüenza y la pena han combatido para anegarme por completo... y diría que casi lo consiguieron. Muchas, demasiadas, suficientes.

Ni la magia de la vida, ni la magia de Estambul consiguieron sacarme esta vez. Cada vez entiendo menos y cada vez necesito entender más. Estoy anquilosada y lo noto. Perdonad por este absurdo ejercicio de escritura autómatica, pero tenía que volver y no sabía cómo. Tenía que volver a mi vida, esto al fin y al cabo es pura metáfora.

Gracias, por darme un punto de apoyo. Os dejo con Estambul, la ciudad que gime.

miércoles, 7 de enero de 2009