jueves, 12 de abril de 2007

Gordos anónimos

Sé que algunos de vosotros leísteis esta entrada publicada en su día en otro blog, Elixis. Dado que se cerró y que le tengo especial cariño, ahí va. Lo siento por los que ya lo vistéis. Un beso de panceta :).


Pido perdón a mis lectores, vosotros, por la longitud de este artículo; pero me resultaba imposible y absurdo a su vez, reducir las ideas que contiene. También quiero aclarar que hoy, probablemente para vuestra sorpresa, rompo con el tono que habían tomado mis últimos escritos utilizando así este medio para denunciar, ya que tengo la posibilidad desde aquí, una cuestión tan poco novedosa como grave y que se encuentra asediada por la hipocresía y la estupidez colectiva -incluida la mía-. Se trata de una cuestión de peso.

Bienvenidos a la involución. Quien alguna vez haya cometido el tremendo error de creer que nuestro mundo está evolucionando, se equivoca. Si ya llevamos varios años asistiendo a un proceso de cambio exagerado, no me amedrento al vaticinar que lo que acontezca en breve rayará lo esperpéntico. Tal y como veo yo la situación, lo preocupante de aquí a diez años no será ser alcohólico, ludópata o incluso pederasta si me apuras: lo intolerable será estar gordo. El resto son meras banalidades y defectillos en los que cierto número, más o menos limitado de individuos, incurren por abúlicos.

Esto es así. Alcohólicos Anónimos (A.A.) morirá, dando paso a Gordos Anónimos (G.A),
- que aunque las siglas resulten menos glamourosas se convertirá en lo más-. Ya me veo a mí misma, vacilante y sumergida en la culpabilidad que sobreviene tras los atracones navideños; en una salita decorada con dudoso gusto, rodeada de más rechonchos apocados y diciendo con voz tímida y temblorosa: “ Hola, me llamo Diana y tengo sobrepeso”.

- Venga, chicos, decid todos hola a Diana.
- ¡¡Holaaa Diana! – corearían mis rollizos compañeros.
- Cuéntanos Diana ¿se trata de sobrepeso leve, moderado o severo?
- ...Mmmmm.......bueno.........ehhhh......” – Mi boca, llena de vergüenza y restos de pan, sólo podría emitir esos sonidos casi guturales.
- Ésa no es la actitud, Diana, tienes que empezar a admitir que tienes un problema.

Así es. Estar gordo es tener un problema; bueno, ya no sólo es que lo tengas tú, es que parece que, a veces, también los demás lo tienen contigo. Eso es algo muy común entre los diseñadores. Los diseñadores de moda (si es que se puede denominar moda al tipo de ropa que puebla nuestro mundo “desarrollado” hoy en día) son esas personas que parecen perseguir a toda costa tu frustración personal. Nadie sabe por qué lo hacen, ni siquiera te conocen y además eres una tipa de lo más agradable (hace muchos años que mis abuelas pasaron a mejor vida) No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que a ellos les importa un comino que tu trasero sea más grande que el Bernabeu y te resulte casi un deporte de riesgo introducirlo en esos pantaloncitos dignos de la Cantudo en su época de revistas. Tampoco pensarán en ti si deciden que la moda de la próxima temporada serán las prendas sueltas pero apretadas. Resígnate: o te haces naturista y montas un negocio al desnudo o tendrás que empezar a ver las ventajas de que te cedan el sitio en el metro creyéndote embarazada. Denuncio desde aquí los abusos que se cometen con las tallas, contribuyendo a que personas perfectamente sanas, pero un poco vulnerables, caigan en un círculo vicioso que puede incluso llegar a destruir su vida. Desde mi punto de vista, morir por embutirte en un pantalón de Naf-Naf, no es una forma nada romántica ni provechosa para pasar a mejor vida y no sólo porque la ropa de esa marca habitualmente me parezca espantosa.

No pretendo caer en excesos ni arrimar el ascua a mi sardina vendiendo la gordura y el sobrepeso como algo digno de ser amado, sería muy estúpido por mi parte. Tampoco pienso luchar para que el estereotipo de mujer de Rubens sustituya al de Mango. En realidad, la defensa de la gordura a toda costa también es algo que personalmente me pone muy nerviosa. A veces ocurre en ciertos programas casposos de la tele; la gente va allí a hablar sobre la vida social de su estómago e incluso, tras contar sus miserias, accede a ser pesada en público. Durante años, viví pensando que eran actores contratados, porque una mujer rolliza a la que le preguntan si preferiría tener el cuerpo de Valeria Maza y contesta que no, puede ser que esté en su sano juicio, pero resulta más que sospechosa (quién sabe, tal vez fuese más fan de Kate Moss).

He de confesar que, a veces, la estupidez colectiva también se ha apoderado de mí y para muestra un botón. Recuerdo una de las pocas Nocheviejas en las que me lo he pasado rematadamente bien. Una amiga y yo decidimos concluir la noche dándonos la mano con toda la pompa que el momento exigía para sellar una apuesta que roza el patetismo. Como mi memoria es selectiva, tengo ese recuerdo ligeramente borrado, pero creo que consistía en que la primera que adelgazase diez kilos aquel año pagaba una copa a la otra.




Debido a esto, siempre me ha sorprendido muchísimo que la gente sea capaz de frivolizar tanto con patrañas, que si te pillan en una etapa un poco inestable de tu vida te pueden dejar tarumba para siempre. Hace algún tiempo, una amiga muy querida me confesó que llevaba ocho años sumergida en el oscuro mundo de la anorexia y la bulimia. A mí se me encogía el corazón escuchándola hablar y pensando que el hecho de convertirnos en victimas de la sociedad nos convierte en victimas de nosotros mismos (es lo que tiene ser sociales, aunque a veces algunos quisiéramos renegar de esa condición) Anorexia, Bulimia, Ansiedad, Depresión, Ortorexia... Patologías tan unidas a los hábitos alimentarios como a la inseguridad, necesidad de control y miedo. Males del mundo desarrollado, males del desconocimiento personal o de la búsqueda del reconocimiento ajeno. Gordura. Sobrevenida de la gula, el sedentarismo, la medicación o incluso la genética. Enfermos víctimas de la búsqueda de la perfección, de la anulación de la diversidad y del miedo a la diferencia y el rechazo.

A mí, aunque también luche por estar en el bote de lo que llaman normalidad, siempre me ha aterrado mucho la idea de perfección. Por eso la visión de una sociedad de alfas alienada, bella y joven como la que expone Huxley, me da pavor. Será que soy de la vieja escuela a pesar de mi edad, pero está claro que si nos convirtiéramos todos en modelos, además de luchar en muchos casos contra la propia genética renunciando a la salud, se perdería la salsa de la vida. Desde luego, en mi caso, si estuviera tan buena como la Pataki, me iba a perder una de las cosas que ocupan mas tiempo en mi cotidianidad: Reírme de mi misma, eso sí, a mi madre le daría un alegrón tremendo porque así emplearía ese tiempo en recoger mi habitación.

Aunque la idea de escribir sobre este tema ya rondaba mi cabeza hace tiempo, ayer ocurrió otra vez y lo tuve claro; hacía mucho que no me sucedía, no sé si porque los últimos tiempos había conseguido embutirme sin grandes aspavientos en una tallita menos de pantalón o si porque Zapatero había dado licencia a los idiotas para salir temporalmente del país y estaban de vacaciones. Nada es eterno y todo vuelve a su cauce, esto es lo que pasó: Iba caminando con una amiga por uno de mis sitios predilectos de Madrid, casi en éxtasis visual ahora que la cuesta de enero le ha devuelto cierta austeridad a mi ciudad, cuando un sujeto nos llamó gordas y se quedó tan ancho. A mí esta capacidad para insultar a la gente y quedarte más fresco que una lechuga es algo que me impacta mucho. Me imagino que básicamente será porque, en mis etapas de misantropía, escepticismo y existencialismo, me encantaría gritar al 90% de las individuos lo que verdaderamente pienso de ellos, pero es lo que tiene la educación y el haber estudiado en un colegio de pago, que voy y me callo (Y eso que disfrutaría preguntándole a mi vecina del quinto -vivo en un bloque de tres pisos- que por qué se hace esa permanente que le queda tan sumamente mal).

Las primeras veces siempre respondía. Contestaba, con una dialéctica bastante aceptable, frases que habitualmente el interlocutor no comprendía, así que se limitaba a mirarme, con una expresión a medio camino entre la incomprensión y la irritación, con sus ojos de memo profundo. Cuando al fin se marchaba me alegraba y pensaba: “Muy bien, Diana, eres gorda, pero al menos conservas tu nariz intacta y en su sitio”. Confieso que ayer me hubiera apetecido gritarle que a mí la grasa se me acumula en las cartucheras, no en la materia gris; pero los años me están calmando y me limité a seguir avanzando. Ya no soy la que era.

Probablemente, si esto se hubiera tratado de un hecho aislado, no hubiera tenido la intrepidez suficiente como para perder el tiempo escribiendo sobre ello. Recuerdo al principio (sí, es así de triste, pero hubo un principio), hace años, las primeras veces que me ocurrió, la gente intentaba recubrir de justificaciones eternas la actitud de los perversos. Creo que en materia de tolerancia y educación no valen los pretextos. La habitualidad con que me ha ocurrido esto, define y perfila muy bien la clase de mundo que tenemos delante, el que les vamos a dejar a nuestros hijos (creo que en este punto, es en el que yo decidí un día que tal vez sea mejor que vaya ahorrando para comprarme mi ansiado gato hipoalergénico) No pretendo con este escrito tomar una actitud moralizadora, simplemente quiero abrir un debate sobre un tema que deseo pase de moda, porque tal vez eso significaría que habría dejado de ser importante. O quien sabe, puede que de aquí a unos años, me encuentre sola, abrazada a un gato de color gris perla, en una habitación mugrienta de algún lugar del mundo y diciendo refunfuñando ante una pila de mofletudos marginados: “Hola, me llamo Diana y peso 67 kilos.”

- Venga chicos, decid hola a Diana.
- ¡¡Holaaa Diana!!




4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No se que decir aparte de una colección considerable de obviedades empezando porque odio el modelo de la "mujer mango", o que me gustan las curvas, o en definitiva que me importa un carajo el peso o la talla de la gente que me gusta.
Confieso que de un tiempo a esta parte, mi eternamente apolíneo y escultural cuerpo se está redondeando camino de una forma cilíndrica casi perfecta, pero lo cierto es que, aparte del intento de adaptación a mi nueva anatomía, el asunto me trae sin cuidado.
Lo de la educación es otra cuestión. No tengas la menor duda de que aquel que se atreve a insultar gratuitamente a alguien por su aspecto o sus ideas sufre un complejo de superioridad, y esto no es moco de pavo. La verdad es que si lo piensas hasta da un poco de pena... o risa, según se mire.

8:11 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pues a mí mi marido no me folla porque dice que no me ve tan atractiva desde que he engordado...me siento miserable. Sólo tengo cinco kilos más que cuando me veía atractiva...lo estoy pasando fatal. Me siento rechazada y horriblemente poca cosa.

12:04 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Debo decir que yo JORGE CASMA al comentario anterior que la comprendo.... y debo protestar porque yo como el mas panzonsito .. por algo no soy el gordito bonachon.. yo que me paran confunciendo con barney, que me subo al carro para ver a la chica de mis sueños y la encuentro chapando con una saca muelas...y encima se caso.. y no me invito para impedir la boda. mi caballo loco paulo, q por cierto ahora esta sin chamba..le dije q fuera a pedirle al pinguino ya q necesitaba uno....ya me olvide que estaba escribiendo, saludos para tulio loza perseo, a verdad ya recuerdo...que Tongo si leanlo bien.. justo cuando estabamos compitiendo para hacer el casting de telefonica , antes de ingresar me dijo mira un platillo volador .. yo todo gil mire y me metio cabe.. y al final el salio bailando la pituca en un telefono publico.. saludos a toda la gente de ica.. espero q con mis camisas puedan alcance la tela para hacer el uniforme de los chicos...saludos a cesar canales que nomas habla por el messenger..
saludos a todos chorrillos beach.. saludos a mi profe querido VIVAS.. cuanto te quiero profe.. eres como la persona q me recogio de las calles de las pandillas cuando tiraba piedras por mi barrio.. antes me llamaban ey Barril bien ah.. saludos a todos..

6:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola, soy Pablo de Argentina. Soy sociólogo de profesión y estoy investigando temáticas referidas a la obesidad y la exclusión social. Me pareció muy interesante tu comentario y realmente me gustaría conversar contigo (vía web claro está). Te dejo mi mail por si tienes ganas de acpetar mi invitación (pabsche@yahoo.com.ar) sino sabré entenderlo. Hasta pronto, Pablo

3:31 a. m.  

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