viernes, 18 de enero de 2008

Hache

Cuando sé es muy joven, tendemos a creer que la vida es muy larga y que las decisiones que tomemos hoy no influirán apenas en nuestro mañana. Porque nuestro mañana parece que nunca estará construido sobre los cimientos de nuestro pasado. Porque nuestro mañana parece tan lejano que ni siquiera somos conscientes de que pronto será nuestro hoy y de nuevo nuestro ayer.

Cuando sé es muy joven, tendemos a creer que el mañana nos pertenece de tal manera que siempre será eso, un mañana blanco e impoluto que espera mientras nos mira complacido con una sonrisa en su cara. Hoy, el mañana blanco que ha dejado de serlo, ya está lleno de borrones, de tachones y de dudas. El mañana nos dice que mientras ayer aún contábamos los días, hace tiempo llevamos la cuenta por años.
A mí, mi mañana blanco que ha dejado de serlo me recuerda cada amanecer que me equivoqué. Que me equivoqué el día que creí que existen personas mágicas que pueden aparecer todos los días. El día que decidí que mi curiosidad y mi ansia de beberme el mundo podían más que mis sentimientos. Ahora, en mi presente que pronto e irremediablemente se tornará en pasado, me doy cuenta del dolor incontrolable y mezquino que produce la desvirtualización de un pasado que pudo haber sido nuestro presente.
Hace tres años que no nos queremos, dos que no nos vemos, uno que no nos escuchamos
¿Cuánto más te podría querer?